El Hermafrodita dormido
Palabras clave:
Fernando González, Crítica de arte, Écfrasis, Literatura de viajes, Escultura clásica, Ensayo literario, Experiencia estética, FascismoSinopsis
Diariamente iba a examinar, tocar, vivir y besar la Cabeza de Euménides durmiente, en el Museo Nacional. Allá está el Hermafrodita dormido…
Si me vieras esperando a que el custodio se descuidara, para acariciar la Venus, sobre todo la carne palpitante que tiene entre la comisura de las axilas y los pechos. Da la impresión de que si uno aprieta, la carne resbala.
El objeto verdadero de mi viaje fue ir a ver la Venus de Cirene… y las otras obras esenciales. Si no enumero también las otras Venus, y los galos, y el Hermafrodita, y la Cabeza de Furia dormida y… me da remordimiento. Me parece que soy infiel.
El objeto verdadero fue ir a ver las Venus, el Hermafrodita durmiente, los galos (dos obras de la escuela de Pérgamo) y la Cabeza de Euménides. Estas obras griegas y el Moisés de Miguelángel son toda Roma, la esencia romana.
¡Estas son las esenciales! Solo, despacio, paladeando, tocando. Eso escogí, y siempre que vaya a Roma será para verlos; no quiero saber de nada más. Mientras existan esos mármoles, Roma será el centro del universo. Cuando tenga dinero, allá iré a gastarlo; cuando mis deberes me lo permitan, para allá me iré, y cuando esté triste, los traeré a mi casa, pues para ello fue que nací con imaginación.
Sobre el autor/a
Fernando González nació el 24 de abril de 1895 en Envigado, Antioquia. Realizó sus estudios primarios en una escuela religiosa y continuó su formación como interno en el Colegio de San Ignacio de Loyola, donde cursó hasta quinto de bachillerato. En 1917 obtuvo el título de bachiller en Filosofía y Letras por la Universidad de Antioquia, y en 1919 la misma institución le otorgó el título de abogado, tras validar numerosas asignaturas gracias a sus notables aptitudes.
Su tesis de grado, titulada inicialmente El derecho a no obedecer, fue censurada por las autoridades universitarias, quienes le exigieron modificaciones; finalmente la presentó con el nombre de Una tesis. Aunque ejerció la abogacía de manera esporádica, lo hizo como complemento a su intensa labor literaria. Entre los cargos que desempeñó se cuentan magistrado del Tribunal Superior de Manizales, juez segundo del Circuito de Medellín, asesor jurídico de la Junta de Valorización de Medellín y cónsul de Colombia en las ciudades europeas de Génova, Marsella, Bilbao y Róterdam.
Su producción literaria e intelectual fue particularmente prolífica entre 1929, con la publicación de Viaje a pie, y 1941, con El maestro de escuela. En este periodo escribió la mayor parte de su obra, entre ellas: Mi Simón Bolívar (1930), Don Mirócletes (1932), El hermafrodita dormido (1933), Mi compadre (1934) y El remordimiento (1935), concebida a partir de ideas desarrolladas en Salomé, obra registrada en sus apuntes de la época pero publicada póstumamente en 1984. También pertenecen a estos años Cartas a Estanislao (1935), Los negroides (1936) y Santander (1940).
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